FEMINISMO VS EROTISMO Y FANTASÍA: LA CRUZADA CONTRA EL PORNO

 

FEMINISMO VS EROTISMO Y FANTASÍA: LA CRUZADA CONTRA EL PORNO

CAUSALIDAD ENTRE EL PORNO Y LA VIOLACIÓN

La necesidad tanto de los sectores más católicos y conservadores como del feminismo más abolicionista de imponer fronteras morales encuentra su coartada en la búsqueda de la seguridad contra las agresiones sexuales y hacen que debates en torno a la censura del porno vuelvan a ser recurrentes. La idea de que el porno estaría ligado a la violación tiene su origen en los años 70. Robien Morgan en 1974 escribió la obra Teoría y práctica: Pornografía y violación, donde nos dejaba perlas como las siguientes:

Podemos admitir que la pornografía es propaganda sexista, ni más ni menos. La pornografía es la teoría y la violación es la práctica.

Decir que la violación es la práctica y la pornografía la teoría son unas declaraciones que estarían enmarcadas en una cultura que promueve la violación, que es en la que estaríamos inmersos. Esto es fácilmente desmontable, pues actualmente vivimos en la cultura del matrimonio, de la monogamia. Y no hay más que ver que la violación es el segundo crimen con mayor penalización después del asesinato. El violador no es el agente natural, sino todo lo contrario. Es alguien que no puede, o no sabe competir con otros hombres. Pero, volvamos a los 70. Durante la década de los 70 y de los 80, ciertos sectores del feminismo abolicionista se aliaron con los sectores conservadores católicos en la búsqueda de la persecución de la pornografía. El movimiento anti-porno liderado por Catherine Mckinnon y Andre Dworkin llegó a su pico en 1980 al unirse con la derecha católica para prohibir las revistas para adultos. Sin embargo, tras la aparición de Internet, la batalla abolicionista contra el porno supuso una flagrante derrota por parte de los abolicionistas.

A pesar de la existencia de múltiples estudios, la relación causa-efecto entre pornografía y violencia nunca ha sido completamente probada. Los estudios que predican esta relación son ciertamente vagos y se mueven dentro del terreno de las meras hipótesis. Los resultados que relacionan el porno con actitudes agresivas y violentas forman parte del campo de la teorización o la admisión subjetiva de los participantes en relación a las agresiones sexuales que podrían o no tener en el futuro. Otros estudios[1] tienen en cuenta el impacto de la industria en grandes masas demográficas, y por tanto resultan ser más reveladores. El desarrollo de la violación en el periodo de 1964 hasta 1984 fue estudiado en Alemania Occidental, EEUU, Suecia y Dinamarca. En los cuatro países hay una evidencia clara de que la disponibilidad de varias formas gráficas del porno incluyendo la pornografía violenta pasó de una gran escasez a una gran abundancia:

Se estudió el desarrollo de la violación y el intento de violación durante el período 1964-1984 en cuatro países: Estados Unidos, Dinamarca, Suecia y Alemania Occidental. En los cuatro países hay pruebas claras e indiscutibles de que, durante este período, la disponibilidad de diversas formas de pornografía pictórica, incluidas las variedades violentas/dominantes (en forma de revistas ilustradas y películas/videos que se usan en el hogar o se proyectan en salones recreativos o cines) ha disminuido o evolucionado desde la escasez extrema hasta la abundancia relativa. Si la pornografía (violenta) provoca violaciones, este desarrollo excepcional en la disponibilidad de pornografía (violenta) definitivamente debería influir de alguna manera en las estadísticas de violaciones. Sin embargo, dado que no podía esperarse que las cifras de violaciones se mantuvieran estables durante el período en cuestión (cuando es bien sabido que la mayoría de los demás delitos aumentaron considerablemente), se comparó la evolución de las tasas de violación con la de los delitos violentos no sexuales y delitos sexuales no violentos (en la medida en que lo permitan las estadísticas disponibles). Los resultados mostraron que en ninguno de los países las violaciones aumentaron más que los delitos violentos no sexuales. Este hallazgo en sí mismo parecería suficiente para descartar la hipótesis de que la pornografía causa la violación.

Otro estudio realizado en la República Checa[2], donde se introdujo el porno en una sociedad donde nunca antes lo había habido, nos muestra que:

Al igual que en todos los demás países en los que se ha estudiado el fenómeno, la violación y otros delitos sexuales no aumentaron. Cabe destacar que la República Checa, al igual que Dinamarca y Japón, tuvo un intervalo prolongado durante el cual la posesión de pornografía no era ilegal y, al igual que esos otros países, mostró una disminución significativa en la incidencia de abuso sexual infantil.

Podríamos incluso generar un argumento que sugiera que la existencia de pornografía violenta suponga una válvula de escape para los potenciales agresores sexuales, que les permita soportar sus pulsiones sexuales. Las pruebas se acumulan; Más porno, menos agresiones sexuales[3]. Ese es el título del interesante artículo de la revista Psychology Today donde se demuestra que en los lugares donde el porno gozaba de mayor acceso, las violaciones disminuían exponencialmente.

PORNO Y EDUCACIÓN SEXUAL

Una vez desmentida la causalidad entre el porno y las violaciones nos encontramos sin embargo con algunas ideas pintorescas por parte del feminismo abolicionista que giran en torno a que el porno constituye nuestra educación sexual, y que éste está formado en base a fantasías y deseos sexuales únicamente masculinos, entendiendo al porno como una industria al servicio por y para el hombre, basada en la humillación a la mujer. Algo que me parece totalmente inexacto, y una rígida forma de entender las fantasías sexuales de los individuos y la complejidad que encarna el deseo sexual. Así pues, nos encontramos con los múltiples deseos sexuales por parte de hombres y mujeres que, lejos de seguir esta línea unidireccional y homogénea, resulta ser tremendamente variada y con elementos que obedecen a deseos sexuales tan primarios como arquetípicamente antropológicos. De este modo apreciamos como dentro de los deseos sexuales femeninos está la forma arquetípica del modelo del hombre salvaje domado, una especie de Bestia civilizada haciendo referencia al cuanto de La bella y la bestia. Otro ejemplo de pulsión sexual femenina se encuentra en la obra 50 sombras de Grey. Es el prototipo del hombre salvaje, peligroso y dominante al que no le preocupa ser complaciente con los demás y al que todos encuentran atractivo y que en cambio acaba asentando la cabeza con la mujer adecuada, el principal motivo de deseo sexual femenino. Un ejemplo de la validación de esta hipótesis sería que 50 sombras de Grey sea la obra para adultos que más rápido alcanzó el millón de ventas. Y es por eso también que la mayoría de mujeres prefieren al “chico malo” antes que cualquier otro. Además, las cinco entidades más buscadas por parte de las mujeres a la hora de buscar pornografía eran las siguientes: vampiros, hombres lobo, cirujanos, millonarios y piratas. Estadística reflejada en el libro A billion wicked thoughts. Es curioso el reflejo de que las fantasías sexuales de ser dominadas de las mujeres y su relación con el porno violento es mayor que la que pueden llegar a tener los hombres. Datos del PornHub Insigths[4]  de 2017 nos muestran las palabras más buscadas por las mujeres, siendo éstas un 26 % de los usuarios que concurren la plataforma. Las palabras más buscadas serían: sexo duro, gangbang, o trío. Palabras que, paradójicamente, no aparecen entre las más buscadas por hombres.

En relación al porno violento y su visión patológica alrededor del consumo masculino se puede observar que las temáticas más relacionadas con este porno moderno serían más consumidas por mujeres que por hombres. Las mujeres consumen vídeos de gangbang en un 130% más que los hombres, consumen vídeos con doble penetración en un 120% más que los hombres, consumen vídeos con porno hardcore un 107% más que los hombres y consumen vídeos con porno duro un 91% más que los hombres. Por tanto, me resulta curioso como desde ciertos sectores se hable de la alienación de los varones en relación al porno que humilla y somete a las mujeres cuando la realidad nos muestra que son las mujeres las que proporcionalmente consumen este porno en mayor medida que los hombres, aún siendo las mujeres solo el 26% del porno total consumido. Necesitamos imperiosamente una explicación de cómo estos datos encajan con la narrativa de la cultura de la violación y el deseo de abolir cualquier tipo de pornografía.

La pornografía ocupa únicamente el reino de la imaginación. Y hay que asumir que la humillación puede ser una fantasía. Cuando el feminismo abolicionista aboga por eliminar todo tipo de pornografía, aboga también por abolir todo tipo de fantasía sexual, amén de legislar qué fantasías son adecuadas y cuáles no. Esto me recuerda a los mismos conservadores católicos que criminalizaban la homosexualidad por no ajustarse a una línea de pensamiento “moralmente correcta”. El mismo perro, pero con distinto collar. Puestos a prohibir, prohibamos obras eróticas donde se describa pormenorizadamente detalles sexuales que se dan entre dos personas. Porque, ¿Qué diferencia hay entre un relato sexual ficticio y un vídeo porno? En ambos casos se estaría dando un tipo de ficción relacionada con la temática sexual. Porque sí, efectivamente, el porno no es representativo de las relaciones sexuales, pero es que jamás buscó eso. El objetivo del porno es dar rienda suelta a todas nuestras fantasías que ocupan nuestra imaginación.  La coartada es imponer una educación sexual que permita tener relaciones sexuales armoniosas donde reine la paz, el respeto y el entendimiento, pero esta visión utópica conlleva inevitablemente imponer unos cánones y un modo de entender las relaciones sexuales que repriman los deseos y las fantasías sexuales que, a su vez, ignoran deliberadamente la complejidad que supone el deseo sexual. Las consecuencias de imponer esta “educación sexual abolicionista” no son otras que la represión y la creación de nuevos tabús sobre cómo encaramos nuestras relaciones afectivas. Afirmar que necesitamos una educación que encauce el buen camino de las relaciones sexuales, es una vuelta a la idea de gente ajena a las propias relaciones sexuales entre individuos, diciendo qué fantasías te deberían poner y qué fantasías no te deberían poner.

A estas alturas de la película, patologizar las relaciones sexuales y sus fantasías junto a sus prácticas dentro de la industria pornográfica y de la vida privada de las personas, es algo que ya deberíamos tener superado. El hecho de que una adolescente en una noche de fiesta y de pura ebullición sexual pueda dar rienda suelta a sus fantasías más perversas sexualmente hablando es algo que el feminismo abolicionista no acepta y no entiende. La idea reaccionaria de escrutinio en las relaciones afectivas en el contexto de una pareja como si fuera una problemática política acudiendo a la democratización de estas prácticas sexuales en nombre de la educación sexual, es una idea ciertamente perturbadora. Me resulta también inquietante cómo el feminismo abolicionista ignora sistemáticamente la gigantesca industria del porno gay, porque aceptar el porno gay como axioma válido supondría acabar con el argumento de que el porno se da de una forma vertical acudiendo a unas relaciones de poder patriarcales. Aceptar el porno gay es aceptar que el porno no es simplemente la subordinación de la mujer respecto al hombre, pues en el porno gay no se manejan dialécticas de oprimidos y opresores. Habría que plantearse en todo caso, qué pasaría si aquellas personas dentro del colectivo homosexual que disfrutan del sexo teniendo un rol pasivo se rebelaran y entenderían sus fantasías como el sometimiento que los gays activos ejercen sobre ellos en el marco de un “homopatriarcado” que les oprime. Pero es algo que creo que es mejor no decir muy alto.

FEMINISMO VS EROTISMO

La igualdad es un concepto íntegramente político. Contrario al arte, puramente estético, pues las artes siempre estarán dominadas por el elitismo del talento y la tiranía de la apariencia. Intentar criminalizar la erotización del cuerpo femenino es una constante en redes sociales. Recordemos el caso del rapero C Tangana, que apareció en un yate rodeado de varias mujeres aparentemente sexualizadas dando a entender una imagen de poderío al verse rodeado de mujeres semidesnudas en un ambiente de lujo y poder masculino. Las feministas inquisidoras de Twitter no tardaron en salir de sus cobijos, entendiendo la foto de C Tangana como un ejercicio de cosificación del cuerpo femenino adoptando el discurso de concebir la erótica femenina como un objeto de consumo masculino y no como un poder de influencia femenina.



Los comentarios a raíz de la foto, son un espejo perfecto a raíz de la constante vigilancia de las feministas twitteras al más mínimo atisbo de erotización del cuerpo femenino. Esta forma de feminismo radical entiende la erótica como un objeto y no como un agente, despreciando así el poder sexual femenino y privando a las mujeres de una de sus principales armas, conceptualizando la foto de tías buenas en bikini en un yate con un rapero, como un producto involuntario de alienación femenina que satisface los deseos patriarcales del rapero en cuestión. En definitiva, despojar del poder sexual a las mujeres y convertirlas en víctimas de este poder. No existe una forma más cruel de desempoderar a las mujeres. Todas las mujeres que aparecen ahí no han sido obligadas en ningún momento, son libres y poderosas, despiadadas y bellas, son la definición de empoderamiento femenino. Lo que las feministas de esta índole denuncian como la humillación total de la accesibilidad de la mujer es de hecho en el porno su elevación a la categoría de musa, a la suma sacerdotisa de un jardín pagano.

En conclusión, el ataque al porno es también un ataque a la erotización femenina paradigma del poder femenino que, junto su ataque a la masculinidad encaja con la agenda de acabar con los dispositivos de género. Los conceptos de masculinidad y feminidad no se entienden como valores complementarios sino como agentes opresores. Se busca un enfrentamiento constante entre mujer y hombre, entre caos y orden, se busca, en definitiva, una guerra entre sexos.

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